Después de realizar un examen de egosurfing, compruebo feliz que solo aparece mi foto de perfil de Infojobs. Personalmente, nunca he sido muy fan de las redes sociales, pero parece ser que si no formas parte de alguna plataforma te conviertes en un ser poco sociable, extraño o un anciano centenario.
¿Y cómo empezó todo esto?
Pues en Harvard, en 2004 cuando un tal Mark Zuckerberg, junto con otros estudiantes, lanzó “The Facebook”, una plataforma pensada para compartir el día a día de los estudiantes de la universidad, y que casi sin querer se convirtió en 2009 en la plataforma más popular del mundo.
Hoy, el 50% de la población mundial está conectada a alguna red social y según Fernando Duarte de la BBC World Service, un estudio realizado en 2019 en la Londres GlobalWebIndex, confirma que cada usuario se mantiene conectado una media de 143 minutos al día en las redes sociales. (Y es muy probable que esta cifra haya aumentado debido al estado excepcional actual de pandemia).
Esta vorágine de la nueva vida virtual implica una presencia en la red que antes no existía.
¿Qué ocurre entonces con la presencia en la red?
Reflexionando sobre el uso de las RRSS, como fenómeno del sigo XXI y lugar donde mayor rastro dejamos, llego a la conclusión de que existe un lado oscuro que ni el mismísimo Darth Vader sería digno y que muchos usuarios ignoran.
Imagen Freepik: JD Hancock
Pero antes de continuar con la reflexión, es preciso hacer una distinción de lo que representa la presencia en red:
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- para las personas o “individuos”
- para la empresa o “negocio”.
Hoy en día la presencia en la red es una estrategia que toda empresa debe aplicar si quiere ser competitiva, donde la conectividad y el ciberespacio te dan a conocer incluso a nivel mundial. Para alcanzar el éxito es fundamental la presencia en redes sociales, la panacea para captar la atención de miles de usuarios. Y todo esto, a un bajo coste.
Pero ese lado oscuro, se alberga en el uso excesivo de las redes sociales donde, a nivel particular, entraña grandes riesgos como: exposición de vida privada, revelación de datos confidenciales, etc., sobre todo para los más jóvenes.
Además, la instantaneidad de las RRSS crea adicción: conocer las noticias a tiempo real, compartir experiencias, compartir “fotazas” y videos, la eliminación de barreras geográficas y conversaciones “face to face”, todo eso, engancha, por no mencionar el despertar y gozo del espíritu “voyeur” que desde el sofá controla que hace el prójimo a cada momento.
Pero esto puede acarrear consecuencias negativas como: generar baja autoestima, frustración, soledad, afectando la capacidad de sueño y de atención, la falta de separación de la vida real de la virtual, etc. Seguro que habéis sido testimonio de alguna reunión de jóvenes donde no se comunican entre ellos debido a que su atención e interés están centrados en el teléfono.
Sin embargo, las redes sociales son a su vez una puerta abierta donde poder configurar tu personal branding, tu nueva marca personal, posicionándote y ofreciendo tus servicios. Para ello es importante crear una buena reputación y averiguar si tu imagen está de acuerdo con la percepción que se tiene de ti en la red.
Como conclusión, el uso correcto e inteligente de internet así como el uso de las redes sociales puede ser muy beneficioso tanto a nivel empresarial como personal. Para ello es básico conocer el mundo virtual y sobre todo los riesgos implícitos que entraña. Como el derecho a la privacidad, el derecho al olvido e incluso la ciberseguridad. Pero eso, lo veremos en otro post.